
Murillo se convertirá en uno de los principales pintores infantiles del
Barroco, tanto a la hora de representar figuras divinas como
el Niño Jesús o
San Juanito
o personajes absolutamente reales como estos niños que aquí observamos.
Se trata de una obra juvenil, fechada entre 1645-50 y en ella
apreciamos la influencia
naturalista
en la pintura de Murillo. Las dos figuras aparecen ante un edificio en
ruinas, interesándose el artista por presentarlos como auténticos
pícaros, destacando sus ropas raídas y sus gestos de glotonería. Los
detalles están captados a la perfección -especialmente las frutas-
creando Murillo una apreciable sensación de realidad. La pincelada
comienza a adquirir una mayor soltura y los efectos de vaporosidad y
transparencia empiezan a surgir gracias a su contacto con
Herrera y la
pintura veneciana.
http://www.artehistoria.com/v2/obras/3855.htm